Tras dos décadas y media inmerso en el mundo audiovisual decido retomar lo que en realidad nunca dejé del todo, la pintura.
Expreso aquí mi deuda con la persona que hizo posible que un grupo de preadolescentes-entre los que me encuentro- a finales de los setenta y comienzo de los ochenta, pasaran a formar parte de su escuela taller. Fue Juan Ignacio Larramendi, hijo del gran paisajista del Bidasoa Juan Larramendi, quién gracias a su pintura, su música y su forma de entender la vida nos dio las herramientas necesarias para que algún día pudiéramos expresar a través del arte nuestros sentimientos.